Historia de un “Por qué”
Gianni Rodari
Había una vez un Por qué que estaba en la página 819 de un
diccionario. Se cansó de estar siempre en el mismo sitio y, aprovechando
una distracción del bibliotecario, ¡pies para que los quiero! Mejor
dicho: pie para qué te quiero. Salió saltando a la pata coja sobre la
patita de la “q”. Lo primero que hizo fue fastidiar a la portera.
-¿Por qué no funciona el ascensor? ¿Por qué el administrador de la
comunidad no lo manda a arreglar? Por qué no hay luz en el rellano del
segundo piso?
La portera tenía trabajo. Responderle a un Por qué tan preguntón la incomodaba. Lo persiguió con la escoba hasta la calle y le gritó muy enfadada que no volviera nunca más.
-¿Por qué me echa? -preguntó indignado el Por qué -¿porque digo la verdad?…
Y se fue por el mundo con ese vicio de hacer preguntas. Me toman
siempre como un impertinente, como si fuera un cobrador de impuestos al
que hay huir.
-¿Por qué la gente tira al suelo los papeles en lugar de echarlos en
las papeleras que el ayuntamiento pone para eso? ¿Por qué los
automovilistas tienen tan poco respeto a los pobres peatones? ¿Por qué
los peatones son tan imprudentes?
No era un Por qué, era una ametralladora que disparaba
preguntas y no se salvaba nada ni nadie. Por ejemplo, pasaba por delante
de una barraca de madera y preguntaba:
-¿Quién vive aquí?
-Un albañil.
-¿Qué es un albañil?
-El que hace casas.
-¿Y por qué si construye casas vive en una barraca?
-Porque no tiene suficiente dinero para pagar alquiler.
-¿Y por qué los alquileres son tan caros?
-Porque sí.
-¿Y por qué sí?
En la jefatura de policía se supo que había un Por qué
suelto por ahí, huido de la página 819 del diccionario y que no hacía
sino incordiar. Hicieron imprimir su fotografía y la distribuyeron a
todos los agentes con esta orden: “Búsquenlo, deténgalo y métanlo a la
cárcel”.
También hicieron imprimir grandes carteles con su fotografía y los
pegaron por todas las esquinas. Al pie escribieron: “100.000 Euros y una
botella de cerveza a quien nos ayude a capturarlo.”
-¿Por qué? -se preguntaba el pobre Por qué chupándose el
dedo bajo uno de aquellos carteles-. ¿Por qué quieres mandarme a la
cárcel? ¿Es que está mal hacer preguntas? ¿Prohíbe la ley los signos de
interrogación?
Busca que te busca, pero nadie logró encontrarlo nunca.
Los guardias de todo el mundo, a pesar de que son millones y hablan
muchas lenguas, no han conseguido encontrarlo jamás. Nuestro buen Por qué se ha escondido muy bien, un poco por allí, otro por allá. Está en todas las cosas. En todas las cosas que ves hay un Por qué.
FIN
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